«Una semana mental»

Extracto del capítulo 3 «La importancia del trabajo en equipo», del libro Rugby Mental
Por Licenciado Fernando F. Saccone (*)

“Yo hago lo que usted no puede,
y usted hace lo que yo no puedo.
Juntos podemos hacer grandes cosas”.
Madre Teresa de Calcuta

Una semana mental

Creí conveniente comenzar a ordenar y complementar algunas generalidades de los conceptos comunicacionales analizados hasta el momento para que puedan ser “bajados a tierra” por los diferentes entrenadores y el staff.

Por esta razón, consideré con fines prácticos respaldarnos imaginariamente en una semana habitual de club, a modo de guía operativa. Guía que, a su vez, nos será útil ahora a modo de repaso general.

Si bien tomaremos como referencia una semana y un partido de una categoría adulta, podrá también ser de utilidad para los conductores del resto de las categorías o seleccionados.

  1. Entrenamientos como recreación de juego. Los entrenamientos hacen a la “recreación” (acción o resultado de producir de nuevo una cosa) del juego. Por lo tanto, todo lo que se practica y la forma en que se viven los entrenamiento deberían ser lo más parecido posible a la competencia misma. Se juega como se entrena, y por eso, en la medida de lo posible, es fundamental que sean tomados con absoluta seriedad, con todo lo que esta palabra implica, tanto por parte de los entrenadores como de los jugadores (compromiso, preparación previa, puntualidad, esfuerzo, predisposición, concentración, etc.).

Si pretendemos 40 minutos de absoluta concentración, deberemos entrenarlo habituándonos a estar concentrados, al menos por ese lapso, en cada entrenamiento, cuestión que hará a mayores posibilidades de que se refleje en los partidos. Los partidos no se juegan los días del partido… Los partidos se juegan en los entrenamientos previos.

  1. Duración de los partidos. Tomando en cuenta lo anterior, los partidos comenzarán a jugarse en el primer minuto del primer entrenamiento de la semana, para terminar en el último minuto del partido del día sábado (más allá de que, cronológicamente, como todos sabemos, se lleven a cabo el fin de semana y duren dos tiempos de 40 minutos, con el entretiempo de descanso).

Al menos, debería tomarse metafóricamente de esta forma la semana a nivel grupal, ya que a nivel individual deberían jugarse en forma permanente, por los cuidados que requiere hoy en día el hecho de ser un deportista (alimentación, nutrición, descanso).

  1. Dar un plus. Si pretendemos que los jugadores siempre den algo más en cada partido, motivémoslos a dar ese algo más en cada entrenamiento. La mejor forma de conseguir esto es mediante el ejemplo. En consecuencia, cada miembro del staff debería dar ese plus en cada entrenamiento.

Esto requiere un desafío personal para poder superarse como conductor y, en consecuencia, ayudar a que ellos se superen como jugadores. Cada miembro del staff podrá ponerse un nuevo objetivo personal en cada entrenamiento, y exponerlo al resto de los miembros para estar todos en una misma sintonía, retroalimentarse y potenciarse. Tal vez no sea algo se note a simple vista pero, una vez que se ponga en práctica y se sostenga a través del tiempo, se hará presente inevitablemente y se sentirá sin tal vez poder describirlo.

Ejemplos de objetivos para superarse pueden ser: preparar algo novedoso para cada entrenamiento (nuevos ejercicios y o variantes de los habituales); profundizar la relación informal con cada uno de los jugadores en forma alternada, aprovechando tan solo algunos minutos de cada entrenamiento; un llamado para su cumpleaños que lo haga sentir especial (y no un mensaje más de tantos por las redes sociales), etc.

  1. Haciendo club. Establezcamos como objetivo de staff el de quedarse a cenar, al menos dos o tres miembros, los días jueves (aunque sea rotándose). Es un buen ejemplo que los jugadores observen que nos quedamos a hacer club.

No les pidamos directamente que ellos hagan lo mismo; en lugar de eso, generemos circunstancias propicias para que suceda (en forma indirecta). Pongámosles música que a ellos les gusta, integrémonos a sus mesas o viceversa, y pasemos un rato agradable ocupándonos de ellos. Esto creará, con el tiempo, un “efecto contagio”.

Terminemos con la “división tajante” de la mesa de entrenadores y la mesa de jugadores por separado. Somos un todo que se representa en estos detalles. En varias oportunidades, pude observar a entrenadores quejarse de que los jugadores no se quedaban a cenar en el club, pero paradójicamente, cuando lo hacían, sus conductores “no les daban ni la hora”.

  1. Ocuparnos de la persona. Forjemos el hábito de reservarnos el hablar de rugby solo para los entrenamientos y los partidos. Intentemos, en los momentos libres, (comidas, terceros tiempos, etc.), hablar principalmente de cuestiones personales, familia, novia, amigos, preferencias, y de nosotros y nuestras vidas.

Esta comunicación, este diálogo, será un espacio de contención que potenciará indirectamente el rugby en los entrenamientos y en el juego que pretendemos. Ocupémonos de lo humano si pretendemos resultados deportivos. Tengamos en cuenta que gran parte de los muchachos juegan al rugby por fines socializadores y por la contención que esto implica.

A nivel club, muchas veces fallamos en la estrategia comunicativa y en la contención, nos quedamos demasiado “pegados” al aspecto específicamente rugbístico, lo que deriva inevitablemente en la pérdida de compromiso o en la pérdida de jugadores, que abandonan porque no obtienen el aspecto contenedor que buscan como “beneficio secundario” al juego en sí.

Es importante que conozcamos, al menos en términos generales, la historia de cada jugador, sus intereses, su vida familiar, etc. Aspectos que deberán ser tenidos en cuenta a la hora de tratar individualmente con cada uno de ellos

  1. Reemplazo del deber por querer. Apuntemos nuestro mensaje al corazón del deseo. Recordemos siempre que el ser humano tiene dos combustibles para su funcionamiento: uno, de mayor calidad, que es el deseo, y el otro, de menor calidad, que es la voluntad. Solo con voluntad, vamos a algún lugar, pero no tan lejos ni tan rápido como teniendo presente nuestro deseo. En rigor de verdad, la voluntad no es otra cosa que una herramienta para alcanzar nuestro deseo.

Hay algunas frases, como “ahora hay que poner huevos”, “tenemos que hacer de tripas corazón”, que apuntan mucho a la voluntad y poco al deseo. En realidad, el deseo prácticamente no debería necesitar arenga pero, de haberla, sería algo así como “Vamos a ganar porque nadie del mundo desea más que nosotros este triunfo” o “Vamos a ganar porque trabajamos a conciencia, más que nadie, para ello”. Esto aproximadamente sería poner el deseo por sobre el deber.

De esta manera, lograremos, en cada jugador y en el grupo, un diálogo interno positivo. Esto significa que, priorizando el deseo, se logran el convencimiento y el pensamiento positivo. ¿Qué queremos? ¿Sabemos lo que queremos? Entonces, si sabemos lo que queremos, vamos por ello. El tener que hacer algo, la imposición, no apunta a la motivación propiamente dicha. Intentemos que los jugadores reemplacen los pensamientos de deber por los pensamientos de querer.

No es bueno pensar “debo o tengo que tacklear”, ya que el sentimiento de deber genera una exigencia extra. Es más positivo el uso de expresiones como “yo quiero y puedo tacklear”, ya que estas palabras no están cargadas de obligación (de usar la voluntad) sino de dar lugar al deseo. Las palabras que conllevan un imperativo como “deber” poseen dos ángulos: uno positivo, que implica motivación, y otro negativo, que conlleva una exigencia (ver “Psicología y rugby”, de Jorge Collado, en el sitio web Psicología del deporte).

  1. Haciéndonos cargo. No es cuestión de exhibir pergaminos personales como ex jugadores, entrenadores o profesionales. Dejemos la historia y los egos de lado, y ayudemos a los jugadores a crecer y salir adelante, como un desafío. Cada uno tiene, sin dudas, muchas cosas para aportar; no prejuzguemos ni discriminemos, y no comparemos todo con como lo hacíamos en nuestra época, si no es para sumar.

Permitámonos que los jugadores nos sorprendan tanto humana como deportivamente. Si no saben algo, no descansemos hasta enseñárselos, en lugar de rotular y/o tildar diciéndonos, por ejemplo, “es pobre de manos”, “es lento” o “no tacklea a nadie”. Busquemos la mejor manera de modificar conductas convenciéndolos. Facilitémosles todos los medios para que puedan mejorar, aunque parezca “una misión imposible”.

Comentarios tales como “cuando yo jugaba o entrenaba…, en cambio ahora…, etc.” no suman demasiado (el comentario en sí mismo no suma; sí aprovechar internamente la experiencia para ver cómo serviría aplicarla ahora). Tal como ya mencionamos, es una generación diferente: nosotros somos los que tenemos que adaptarnos a la de ellos, y no ellos a la nuestra. No son ni mejores ni peores, solo son diferentes.

Confiemos en ellos y, por sobre todo, entre nosotros mismos, para que ellos puedan confiar también en nosotros y entre ellos. No nos olvidemos de que somos el espejo en el cual se reflejan. Si nos ven atados, con dudas o desorganizados como entrenadores, al manejar los entrenamientos, lo reflejaran en la cancha; si ven una comunicación deficiente entre nosotros, repetirán probablemente lo mismo; pero, si nos ven unidos y confiados en lo que hacemos, y ligados por medio de una óptima comunicación, lo mismo sucederá entre ellos tanto dentro como fuera de la cancha.

En consecuencia, cada vez que pretendamos modificar o corregir algo de ellos deberíamos preguntarnos: ¿Qué aspectos nuestros están haciendo que los cambios que pretendemos no se produzcan? ¿Qué puedo modificar yo en mi relación con él/ellos para ayudar a modificarlo? Hagámonos cargo de la responsabilidad que asumimos, de que somos “agentes modificadores”, y no nos justifiquemos.

  1. Previa al partido. Es importante que tengan un horario específico de llegada al estadio, tanto cuando juegan de local como de visitantes, y a partir de ese momento mantenerse juntos. En este último caso, y si viajan en micro, el clima dentro de este deberá ser de tranquilidad. En el caso de las divisiones juveniles, por cuestiones lógicas de edad, puede pedírseles que, al menos 20 minutos antes de la llegada al club donde jugarán, mantengan silencio, para ir preparándose mentalmente para el partido.

Es una buena medida compartir con los jugadores algo (puede ser hablado con el capitán para no invadir el espacio de ellos, ya que en general cuentan con sus rituales), sea el almuerzo, sea el partido previo (si es que lo hay, lo que servirá para refrescar algunos conceptos que solo se representan y pueden verse fácilmente en las imágenes del juego mismo; esto, sin “quemarles la cabeza”, y solo en la medida en que ellos lo vayan requiriendo). Así se los ayudaría a que se vayan metiendo y terminando de concentrar para el partido.

  1. Vestuario y charla. Debe especificarse un horario de ingreso al vestuario y un horario en el que deben estar ya preparados (cambiados, estribados, etc.) para la charla de su entrenador y/o su capitán. No olvidemos que, ya desde la noche anterior, el jugador va concentrándose psicológicamente, de a poco, en la situación de partido, y llega a su umbral de concentración máximo algunos minutos antes, a la vez que el umbral de atención general disminuye hasta hacer específicamente foco en el partido mismo; motivo por el cual no se encuentran demasiado aptos para recibir y digerir demasiada información a medida que están más próximos a entrar en situación de competencia.

Por esta razón, la charla debe ser breve, mediante el uso de tres o cuatro conceptos básicos y claros a remarcar. Intentar darles más conceptos quizás sea hasta contraproducente, porque puede confundir y sacarlos de foco. Podemos remarcar los aspectos positivos de lo trabajado en la semana (“lo que depende de ellos”, “lo manejable”, lo que les dará mayor seguridad).

Es menester, de ser posible, que sea ejecutada solo por un interlocutor (habría que ponerse de acuerdo previamente en quién va a hablar y qué conceptos va a volcar). Puede hablar uno en la previa al partido, y el otro en el entretiempo. El hecho de que no hable siempre el mismo en forma habitual, y de mediar una adecuada utilización de esta alternancia, hará a fines motivacionales.

Podemos dar la palabra a algún/os jugador/es en particular en función de las situaciones grupales y deportivas que vayamos observando. Es importante la variación motivacional (tonos de voz, miradas, etc.). Recordemos que el trabajo en cuanto a lo físico, lo táctico, lo estratégico y lo mental-comunicacional debe realizarse en los entrenamientos de la semana. El día del partido debería ser una reproducción y una consecuencia de dicho trabajo, y solo pueden previamente ajustarse o reforzarse algunos detalles por medio de estos breves conceptos, que es, en realidad, lo que ellos necesitan.

Aunque nosotros necesitemos volcar más conceptos (por ansiedad o temores personales), conviene reprimir nuestra necesidad en pos del bien del equipo. El espacio para la arenga como disparador de lo motivacional debería ser dejado, en principio, en manos de los jugadores, sobre todo en los partidos del comienzo del torneo, salvo que la situación requiera lo contrario.

  1. Precalentamiento. El preparador físico respectivo podrá hacer uso de todas las herramientas comunicacionales trabajadas hasta el momento, que harán a la concentración de los jugadores en esta instancia decisiva, y de las sugerencias que se mencionarán oportunamente en “El reloj como rival de la concentración”.
  1. Primer tiempo y banco de suplentes (disciplina). La mejor forma para obtener disciplina es transmitiéndoles a los jugadores la confianza necesaria para que comprendan que los mayores logros vendrán con la insistencia. Pero, para ello, es fundamental nuestro propio convencimiento.

Para lograr este convencimiento, son necesarias la alineación y la comunión con el patrón y el plan de juego, como objetivo prioritario para poder lograr encolumnarse y “hacerse uno con el grupo” y que el todo se sienta superior a la suma de las partes. Transmitir confianza, convencimiento y alineación es posible a través de una adecuada forma de comunicarse por medio del lenguaje más conveniente según la circunstancia. Es fundamental ser organizados y rigurosos con el comportamiento en el banco de suplentes, etc.

Más allá de que pueda estar especificado o no en algún reglamento interno, me gustaría resaltar al respecto aspectos tales como:

  1. Solo debería estar compuesto por el staff, y el grupo de trabajo y jugadores.
  2. No deberían emitirse en público gritos ni comentarios con respecto a la performance de ningún jugador.
  3. Se debería tener mucho cuidado con el lenguaje gestual (podemos ser muy negativos con nuestros gestos); si queremos decirle algo a otro entrenador, deberá ser al oído y en voz baja, cuidando nuestras formas; no debemos demostrar ansiedad, ni nerviosismo en ninguna circunstancia (no podemos estar subiéndonos y bajándonos del banco mismo en forma permanente, y menos aun comiendo, fumando o bebiendo).
  4. No deberíamos permitir que los jugadores que se encuentren en el banco estén charlando, y menos aun riéndose o gritando, ya que tienen que estar enfocados, analizando el partido y en el jugador eventual a reemplazar. La misma actitud deben tener cuando estén en manos del preparador físico, para precalentar o estirar.
  5. Si el entrenador permite a un jugador lesionado que acompañe al resto en el banco de suplentes, debe ser bajo estas mismas condiciones.
  6. Las órdenes deben ser impartidas a los jugadores exclusivamente por el/los entrenadores de su división, o bien por quien ellos designen formal y públicamente para tal fin.
  1. Entretiempo. Durante el transcurso del primer tiempo, deberíamos ir preguntándonos: ¿cómo están actitudinalmente?, ¿necesitarán que se les diga algo referido a lo motivacional, a lo táctico-estratégico o a ambos factores? De estar bien, la parte motivacional es preferible dejarla en sus manos y directamente transmitir, al igual que en el vestuario previo, solo dos o tres conceptos claves.

Es fundamental la ubicación predeterminada de la charla. El que los jugadores conozcan previamente en qué sector de la cancha será la charla de entretiempo será importante para que continúen manejando la atención a voluntad, y esta no quede librada al azar. Sugerimos elegir el vestuario solo en el caso de que no hayan tenido un buen primer tiempo y hayan exhibido problemas de concentración (aunque implique un cambio de último momento), a modo de “barajar y dar de nuevo” (o a modo de cerrar las puertas, simbólicamente, para hacer una transformación y abrirlas de nuevo). De lo contrario, es preferible que la charla sea en la cancha misma, para que no haya posibilidad de desconcentración alguna en el transcurso del recorrido de ida y vuelta.

La configuración espacial de la charla también es importante tenerla en cuenta. Los jugadores deben estar en una posición frontal al entrenador o entrenadores que proveerán la moderación, para que puedan verlos y oírlos bien. Podemos sectorizar la ronda: a la izquierda se colocarán los que deben ser atendidos/revisados por el médico o kinesiólogo, y a la derecha, los que no requieran ningún tipo de revisión y sólo se hidratarán, para que no haya ningún tipo de interferencia en la comunicación.

Es aconsejable formar primero dos rondas diferentes, bien separadas, para que no se superpongan las charlas y no haya distorsión ni ruido en la comunicación. Una estará formada por los backs, y la otra, por los forwards. Cada entrenador los escuchará y dirá lo que en cada una corresponda. Es mejor preguntarles primero qué es lo que están viendo y cómo creen que pueden corregirlo, para luego agregar algo, únicamente de ser necesario, ya que la forma óptima de corrección es a través de un proceso de elaboración interna. Si ellos logran encontrar las soluciones, será mucho más valido y eficaz para producir los cambios necesarios.

Por otro lado, el hecho de que interactúen y analicen el partido hace a que continúen poniendo el foco en él, cuestión que no sucede cuando solo se les habla en forma directiva y sin intercambio (lo mismo ocurre en los entrenamientos). Por lo tanto, en este caso, el entrenador actuará básicamente como moderador. Finalizará el entretiempo, entonces, formándose una ronda general (backs y forwards juntos), en la que un entrenador transmitirá dos o tres conceptos claves, pero esta vez para todo el equipo.

Es necesario que en las rondas estén los suplentes, tanto en las de backs y las de forwards (de acuerdo con sus puestos), como también en la ronda general, ya que deben estar informados de y comprometidos con las conclusiones ante un eventual ingreso. Esto último los hará, además, sentirse integrados al y no marginados del grupo.

Tengamos en cuenta especialmente todos estos conceptos, ya que la programación reduce el azar y ocasiona una sensación de seguridad muy importante para salir a jugar el segundo tiempo.

  1. Fin del partido y vestuario pospartido. Debemos saludar a los jugadores en la cancha e intervenir en la ronda y/o la arenga pospartido, en forma especial e inevitable si el resultado ha sido adverso o desfavorable. Los acompañaremos fundamental y prioritariamente en las frustraciones (a fin de contenerlos), para luego poder abandonarlos y dejarlos disfrutar entre ellos de todo el éxito. En esta frase reside nuestra verdadera humildad y resume de alguna forma nuestra principal tarea como entrenadores. Las frustraciones son compartidas pero el éxito debe ser de ellos.

Debemos ser protagonistas del proceso de cambio, y no del éxito al conseguirlo. No podemos dejar de asistir al vestuario, con el fin de felicitarlos o para contenerlos en caso de ser necesario, rescatando siempre de alguna manera algo positivo (una palmada, un abrazo, una caricia, o simplemente estar o sentarse a su lado vale a veces más que cualquier palabra de felicitación o aliento).

  1. Tercer tiempo. Tanto de local como de visitante, y más allá de la configuración espacial de las mesas o los sectores diferenciados (entrenadores por un lado y jugadores por otros), debemos forjar el hábito de interrelacionarnos con ellos, aunque sea por unos minutos, para que sientan que cuentan siempre con nosotros en caso de necesitarlo.
  1. Entrenamientos semanales (generalidades). En las rondas, los miembros del staff deberían intercalarse entre los jugadores, como hábito, y no estar todos detrás del entrenador principal. La configuración nos habla de muchas cosas y connotaría de esta manera integración grupal (no como un “nosotros” y un “ellos” por separado, sino como un “todos”).

Es un mensaje muy positivo que el capitán y el subcapitán se ubiquen al lado del entrenador en las rondas y las charlas, a modo de reflejo del nexo que su rol implica. Debemos forjar el hábito de que analicen el juego y de que integren las destrezas mentales a las físicas. La elaboración interna es la “vía óptima”. Propiciemos las condiciones para que el jugador crezca, analice lo que está haciendo y se haga cargo de encontrar las soluciones. Los acompañaremos, entonces, y los orientaremos para que las encuentren.

Es importante que, en el caso de que se repitan los mismos jugadores que hablan o participan, les demos lugar en forma directa e intercalada al resto, para integrarlos y hacerlos sentir también protagonistas. Dar la palabra motiva, concentra, integra, despierta y activa. En este sentido, el entrenador es como un director de orquesta que dirige señalando quién y cuándo se debe tocar cada instrumento.

Recordemos generar el hábito de establecer metas a diario, previas a cada entrenamiento (orientan el esfuerzo y mantiene la motivación), para poder trabajar en el consecuente análisis posterior (harán de disparador de análisis), determinar si fueron alcanzadas o no y poder así continuar trabajando en consecuencia.

  1. Primer entrenamiento de la semana. Servirá para terminar de desprenderse del partido anterior y comenzar a pensar en el siguiente. En consecuencia, puede dársele unos minutos al análisis del partido anterior, ese mismo día, más allá del resultado, para que “deje de tener existencia”, pero siempre con un mensaje positivo a partir de ese momento. Como siempre, intentemos subrayar el desempeño por sobre el resultado.

Este primer entrenamiento es ideal para realizar una evaluación post competitiva conjunta “más allá del resultado” (favorable o no), para terminar de desprenderse y empezar a dar la oportunidad de cambio y/o de ratificación de logros para el partido siguiente.

  1. Último entrenamiento de la semana. En este último entrenamiento previo al partido, podrán verse videos del rival, pero es aconsejable ocuparse más de las virtudes propias, que pueden contrarrestar las del rival, que de las ajenas, para así dar a los jugadores confianza, en lugar de infundirles temor, y que esto no lleve, en consecuencia, a jugar “a no perder” o a “jugar atados”, por sentirse presionados.

Nunca es bueno traer al presente situaciones frustrantes, que tienen que ver con el pasado, en la antesala del próximo partido (por ejemplo: “que no nos vaya a pasar lo que nos pasó con tal equipo” o “siempre con tal nos pasa tal o cual cosa”), ya que cada partido es único e irrepetible. Somos nosotros los que fabricamos construcciones mentales que trabajan a modo de profecías autocumplidoras, provocando lo que no queremos que suceda o atajándonos de lo que puede suceder, escudándonos en y priorizando nuestros temores inconscientes al futuro, sin intención alguna, pero obstaculizando la posibilidad de cambiar y crecer.

Por lo tanto, siempre es mejor hablar de nosotros mismos y de nuestras fortalezas; y, si es posible, viéndolas en imágenes (cuestión que sería ideal). La posibilidad de verse en una imagen es correctiva, ya que posibilita perceptiva e internamente corregir defectos y acentuar virtudes por medio de la visualización (tal como ocurre con el espejo en las clases de baile). Por eso también es tan importante psicológicamente lo que ven en nosotros como reflejo.

Hacer pasar a los jugadores a explicar tácticas y estrategias en el pizarrón, interactuando con ellos, es también más que aconsejable por el protagonismo, el compromiso y la integración que genera. Si bien el trabajo de campo como entrenamiento es totalmente necesario e irremplazable, si a ese entrenamiento le agregamos trabajo intelectual, el trabajo de campo será potenciado.

La repetición verbal de los conceptos, el pizarrón, la utilización de videos, la explicación de los conceptos de juego, los fundamentos de por qué elegimos tal o cual camino para lograr el objetivo no solamente sirven para la comprensión de lo que los entrenadores pretenden, sino que también favorecen el compromiso y la motivación, en la medida en que sea compartidos con los jugadores por medio de una comunicación interactiva.

  1. Fórmulas mágicas. No existen las fórmulas o las recetas mágicas en cuanto a lo comunicacional. El imaginario popular simboliza lo psicológico como a un entrenador que utiliza “el inflador motivacional” en el vestuario, para que los jugadores salgan a la cancha “a comerse crudos” a los rivales o algo similar. Sin embargo, esto no es tan sencillo.

Para que esa arenga sea eficaz, tiene que haber todo un trabajo previo serio, responsable y complejo desde lo físico, lo táctico-estratégico y lo mental. Tanto las arengas como las cábalas aisladas tienen el mismo mecanismo inconsciente de que “algo mágico por sí solo nos va a ayudar” y, en realidad, son útiles, en última instancia, solamente de existir este trabajo previo que las acompañe.

Como ya dijimos, la arenga es el disparador de la motivación…; pero, si el arma no tiene balas (trabajo de la semana)…, no dispararemos nada. Algo similar ocurre con la cábala o con el ritual, ya que son parte de la culminación de un proceso de trabajo previo.

***

Debemos darle a la comunicación la importancia que merece, preparando cada entrenamiento como si fuera un examen. Los jugadores serán permeables a nuestro mensaje siempre y cuando utilicemos las formas adecuadas para que sea comprensible. La comunicación es la principal herramienta que tenemos para lograr nuestros objetivos.

Para complementar esta especie de guía o manual operativo para los entrenadores/conductores, les facilitaré una entrevista psicodeportológica (adaptada del libro Evaluación psicodeportológica, de Marcelo Roffé), que acostumbro utilizar en las pretemporadas y los ayudará en la misión de tener un mayor conocimiento inicial de las particularidades de nuestros jugadores.

(*) Fernando F. Saccone es Licenciado en Psicología por la Universidad de Belgrano (1991). En 1993 comenzó a trabajar en el Centro de Deportes de Alto Riesgo del Hospital Ramos Mejía, con boxeadores, automovilistas y otros deportistas. Luego trabajó en la Fuerza Aérea con pilotos aviadores.
En 1996 disertó en el Congreso Internacional de Ciencias Aplicadas al Rugby organizado por la UAR y la Fundación Rugby Amistad.
Diseñó el programa de entrenamiento mental para el sistema de Alto Rendimiento de la UAR y desarrolló el área psicológica de todos los Pladares.
Es uno de los fundadores de la Asociación de Psicología Aplicada al Rugby (APAR).
Mail: fersa68@gmail.com
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Twitter: @LicFSaccone

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