“Los profetas del desconcierto”

Extracto del capítulo 2 “El poder de la palabra”, del libro Rugby Mental
Por Licenciado Fernando F. Saccone (*)

Debemos tener especial cuidado con los dobles mensajes o mensajes contradictorios (“haz lo que yo digo pero no lo que yo hago” o reclamar a algunos que cumplan algo y a otros no, ante circunstancias similares). Mensajes todos que provocan solo desconcierto, confusión y frustración en nuestros jugadores. De allí la importancia de que el staff cuente con un discurso unificado (y comportamientos consecuentemente coherentes), ya que los mensajes contradictorios pueden emitirse desde un interlocutor o desde varios.

Un ejemplo del primer caso ocurre cuando el entrenador pide a su equipo “disciplina” o “que tenga tranquilidad”, y pasa gran parte del partido quejándose del referee o de los jugadores que cometen errores, a los gritos o gestualmente, desde el banco de suplentes (con el perjuicio que, a su vez, implica observar estas conductas y críticas en un posible reemplazante, quien con toda lógica podrá preguntarse: “Si llego a entrar, ¿me va a criticar también así?”).

El segundo caso se da cuando un entrenador emite un mensaje determinado, y su colaborador, otro diametralmente opuesto. Es decir, el entrenador actúa en función de lo que pide de manera coherente, pero no así los miembros de su staff y sus colaboradores, lo cual constituye un mensaje contradictorio que parte del seno de su equipo de trabajo.

Debemos tener especial cuidado con las profecías autocumplidoras (las cuales tienen un poderoso efecto psicológico sugestivo de futurismo determinante). A la hora de exponer y ejemplificar sobre el tema en alguna clínica, recurro con frecuencia al ejemplo del mensaje de un reconocido entrenador junto a quien tuve la oportunidad de trabajar, quien en la charla de entretiempo (y luego de que su equipo había jugado un excelente primer tiempo, después de varios partidos de no haberlo hecho) les dijo a sus jugadores (lejos de felicitarlos): “Si continúan haciendo penales, les van a dar vuelta el partido”.

Es evidente que primero hubiera correspondido, al menos, una felicitación (“Jamás pegar un palazo sin antes dar un caramelo”) por la performance del equipo para dar luego lugar a la pregunta “¿Qué les parece que tenemos por mejorar?”. Y, ante la inminente respuesta por parte de alguno de sus dirigidos, que hubiera sido sin duda “Estamos cometiendo demasiados penales”, recién preguntarles: “¿Por qué? ¿Qué proponen cómo solución?”.

Sin duda alguna, hubiera orientado así a que sus jugadores identificaran el problema y elaboraran una solución (la elaboración interna es una de las claves para el cambio y, por lo tanto, recordemos que no debemos dar las soluciones digeridas), actuando como “moderador” y aportando solo en el caso de ser necesario, para cerrar la idea o concepto.

Los rostros de los jugadores (quienes esperaban un refuerzo positivo por parte de su entrenador, por la gran actuación) ya lo decían todo, y sus palabras fueron la “crónica de una muerte anunciada”, ya que obviamente el cambio actitudinal del equipo luego de este mensaje (que actuó a modo de “profecía autocumplidora”) hizo que les dieran vuelta el partido y lo perdieran de manera categórica, luego de seguir cometiendo penales, ya que el conductor solo mencionó lo que ellos ya sabían, pero no tuvieron la oportunidad de ponerlo en palabras para encontrar en conjunto la solución apropiada.

Es fundamental que hablemos por la necesidad del que escucha, y no por la nuestra de exponer. El ejemplo anterior marca a las claras las consecuencias que tiene el hecho de hablar por la necesidad de catarsis y/o por temores o ansiedades personales, y no por la necesidad que tiene el receptor, lo cual activó el fantasma del temor inconsciente lógico de cualquier equipo que viene siendo derrotado hace ya varias fechas (temor de que les den vuelta el partido).

En conclusión, debemos preguntarnos: ¿Qué es lo que necesitan oír para cambiar? Sin duda, son ellos los que nos orientarán en el mensaje adecuado que debemos utilizar, si aprendemos a darles la palabra y escucharlos. No debemos prejuzgar ni hacer diagnósticos tajantes previos a lo que está sucediendo, sin antes escuchar.

Adentrándonos en mayores detalles, es conveniente también que evitemos el uso del “no”, dentro de lo posible (como, por ejemplo, “No cometamos más errores”, “No cometamos más penales”, etc.).

Recuerdo el famoso juego de nuestra infancia llamado “ni sí ni no, ni blanco ni negro”. Intentemos jugar con la posibilidad de utilizarlo solamente para hablar sin el no, buscando otras opciones más positivas. El uso del “no” ocasiona inconscientemente temor e inhibe y ata en el juego. Sería algo así como “para no equivocarme, no me arriesgo a entregar mis destrezas al límite de mis capacidades”; por lo tanto, “hago solo lo que me ocasiona cierta seguridad”.

Hay otras formas de comunicarse que activan en lugar de paralizar o limitar, como por ejemplo: “Defendamos limpio/con inteligencia” o “Cometamos penales  solo en caso de extrema necesidad”.

Utilicemos “el timing de la comunicación”. No solo es el “qué” sino el “cómo” y el “cuándo”. Demos mayor importancia a la forma que al contenido en sí. Decirles que “se tranquilicen o relajen o que jueguen seguros” no tiene mayor sentido, si no demostramos en nuestro mensaje tranquilidad, relajación o seguridad.

Es importante también encontrar o generar el momento propicio para hablar. Si vamos a marcar un aspecto desfavorable de algún jugador, es aconsejable no hacerlo en público, ya que se suma a la crítica la mirada social que “paraliza” en lugar de “activar” (recordemos también utilizar la comunicación sándwich). Por el contrario, si vamos a reconocer algo beneficioso, hacerlo en público, ya que será una herramienta muy eficaz para que se repita la conducta, y el resto busque también imitarla.

(*) Fernando F. Saccone es Licenciado en Psicología por la Universidad de Belgrano (1991). En 1993 comenzó a trabajar en el Centro de Deportes de Alto Riesgo del Hospital Ramos Mejía, con boxeadores, automovilistas y otros deportistas. Luego trabajó en la Fuerza Aérea con pilotos aviadores.
En 1996 disertó en el Congreso Internacional de Ciencias Aplicadas al Rugby organizado por la UAR y la Fundación Rugby Amistad.
Diseñó el programa de entrenamiento mental para el sistema de Alto Rendimiento de la UAR y desarrolló el área psicológica de todos los Pladares.
Es uno de los fundadores de la Asociación de Psicología Aplicada al Rugby (APAR).
Mail: fersa68@gmail.com
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Twitter: @LicFSaccone

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