Socorriendo al capitán
Podemos hacer una equivalencia entre la elección de entrenador y la elección de capitán, en varios aspectos que están en relación con el liderazgo. Muchas veces, incurrimos en el error de elegir al mejor jugador del equipo, por su condición de tal, cuando esta tampoco alcanza como garantía de una óptima capitanía.
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Con frecuencia, podemos observar que el capitán sufre los avatares de su rol como consecuencia de la responsabilidad que este conlleva, y esto lo lleva a una disminución de sus cualidades físicas, tácticas y estratégicas. En otras palabras, es común observar que la carga mental que implica ejercer este rol hace al detrimento de su rendimiento deportivo. Esta carga mental (o, mejor dicho, sobrecarga) está relacionada con:
- El perfil psicodeportológico del jugador (perfil psicoemocional relacionado, en este caso, con la capacidad que tenga para ejercer el rol de capitán y jugador a la vez).
- El volumen de tareas que ejercer dicha capitanía represente.
Este último punto es clave, ya que tanto el staff como los mismos compañeros suelen “sobrecargar” al capitán de responsabilidades.
Resulta claro que no podemos reducir la visión de liderazgo a los partidos, sino que debemos extenderla también a los entrenamientos y al funcionamiento grupal fuera de ellos. Todo esto implica una excesiva carga para un jugador que, a diferencia del entrenador, tiene que ejecutar el doble rol de liderar un grupo/equipo y jugar a la vez (además de ser un nexo entre el equipo y el staff).
Deberíamos comprender que, así como el staff cuenta con su equipo de trabajo (colaboradores, mánager, preparador físico, médico, kinesiólogo, nutricionista, psicólogo, etc.), el capitán debería contar también con su equipo de trabajo bien constituido, con roles y funciones bien diferenciadas (cuestión que aún no suele verse demasiado en los clubes de rugby de nuestro país).
Ahora bien, cuando en alguna clínica suelo hacer mención a estas cuestiones, el comentario que recibo es: “Bueno…, ¡pero el capitán cuenta con los referentes del plantel!”. El dilema se hace presente, sin excepción alguna, cuando le pregunto al staff y/o a los jugadores: “¿Quiénes son los referentes del plantel?” Y me encuentro con que las respuestas son tan variadas cómo las personas que las responden. Respuestas que se reflejan a partir de los habituales “para mí…” (“para mí los referentes son tal y tal”, “para mí tal no, pero tal sí”, etc.).
Recientemente hablamos de roles y funciones bien diferenciados como condición necesaria de un equipo de trabajo… ¿Cómo cumpliremos con esta necesaria condición si ni siquiera nos ponemos de acuerdo sobre las personas que supuestamente podrían llevar esto a cabo?
Deberíamos ponernos de acuerdo, al menos en principio, en lo que la función y el significado de la palabra “referente” implica, para luego ponernos de acuerdo en “quiénes son los referentes” (tarea por demás complicada, porque está cargada de subjetividades personales); y, a partir de allí, recién ver cuáles son los roles y las funciones en los que encaja cada uno, para que puedan comprometerse a cumplirlos…
¿Cómo hacer para resolver todas estas cuestiones?